El Gato Negro

Un gato negro me persigue.
Es grande y ruidoso,
Me chilla en la oreja por las noches,
No me deja dormir.
Por la mañana, cuando abro los ojos,
Se echa encima de mí
Y su peso me quita las ganas de moverme.

Me tira el café al suelo,
Se come mi comida,
Se defeca en donde limpio,
Me destroza la ropa, los muebles,
El teléfono y el timbre,
Arranca el pomo de la puerta
Para impedirme salir a la calle.

Sus bolas de pelo regurgitadas
Se me pegan en el alma y las arrastro.
Me araña los brazos hasta hacerlos sangrar,
Buscando los lugares aún sin vendar,
Para seguir hurgando con sus garras,
Llenándome de cicatrices
Que ocultaré durante toda mi vida.

No para,
Se bebe toda mi atención, mi energía.
Como un agujero negro
Se bebe hasta la luz.
Me odia más que yo misma
Y, cuanto más lo ignoro,
Más engorda.

Un día, harta, me encerré en mi habitación
Sin comer,
Sin avisar a nadie.
Bajé las persianas,
Apagué la luz
Y me metí en la cama
Para no salir nunca más.

El gato negro vino y se ovilló a mi lado,
Ronroneando.
Lo acaricié;
Era increíblemente suave.